BRÜNO – DE SACHA BARON COHEN – CRÓNICA DE UNA PELÍCULA “CASI” CENSURADA
Estamos ante una película que utiliza como medio aquello que le sirve para mofarse, la utilización es un concepto que bien podría definir la intención que esta detrás de la farsa montada por este comediante británico de ascendencia judía, nada sutil ni flemático, consciente de su mestizaje y de la pólvora que se esconde tras los referentes de su cultura (sino, que le pregunten a Yusuf, antes alias, cat Stevens, las razones por las que desviaron su vuelo rumbo a USA en el 2003).
Una primera mirada nos hace descubrir que en la utilización del formato televisivo, de la imagen neuróticamente rápida, agresiva para el inconsciente colectivo, del noticiero en directo, esta el basamento que puesta en práctica que evidencia la incoherencia de la cotidianeidad informativa de un mundo que se siente privilegiado ante el desarrollo trepidante de la tecnología comunicativa, vivimos prestos al funcionamiento de las máquinas, desde las cámaras ocultas a nuestra mirada (sonría que lo estamos filmando) a los pitillos de censura y la distorsión en los rostros para su no reconocimiento, que limitando la fonética y lo visual evidencian y potencian la intención de lo prohibido. De la parafernalia y la complejidad del chisme más vulgar a las portadas escabrosas en revistas, estructuras que, en resumidas cuentas sostienen a la industria boyante y corporativa en la mayoría de los casos, de los medios.
El largo trecho que nos separa de los folletines rosa que hacían lagrimear a nuestras tatarabuelas ha recompuesto siempre un tema que, naturalmente, ha sido siempre el mismo desde la difusión que posibilitó la imprenta, la manipulación emotiva de las conciencias para constituir y afirmar un ethos colectivo mítico que deje en el misterio las fuerzas ocultas que dirigen los sentimientos, desde los griegos y la catarsis necesaria para domeñar al populacho y constituir la civitas a las telenovelas latinoamericanas que resultan el soporte ante la compulsión al consumo y la denominada crisis de los valores.
Pero vayamos al tema que nos propone Cohen en su película, si en su primer trabajo: Alí G. Indahouse (2002) nos muestra el artificio de la cultura hipo hop en las manos de un rapero musulmán, SBC asomaba ya esa vena peligrosamente transgresora. (el ataque a las torres de New York habían ocurrido una año antes) en Borat! (2006), el tema es la mirada de USA por un migrante provinciano, proveniente de un continente lejano, un reportero de Kazajistán en el american way of life parodiando creencias y comportamientos. El tema en Brüno es la homosexualidad galopante en su tono mas frívolo y aparentemente crudo, enfilando lo kitsch y superficial hasta el asco y la nausea, y allí se dirigen esta vez, los dardos de SBC, el universo gay en el constructo de una sofistificación del plástico mas banal y vulgar, pero no se crea que aquí acaba todo, el merito de Brüno, es que aquello solo sirve de plataforma para disparar otros dardos, esos que realmente, ojo, valorizando la metáfora sádico – anal de aquí para adelante, no podrían dejar de doler.
Brüno, gay consciente de su glamour y de su talante y talento, joven, homosexual, patriota y austriaco, decide abrirse mundo (saliendo de su amada Viena, cuna que meció a uno de sus hijos más dilectos, Adolf Hitler) para lograr ser aun mas grande que el Führer. Brüno deberá desenvolverse un complejo universo de posibilidades que existen en la jungla de la difusión, de allí los referentes como la ostentación, la exclusividad (no necesariamente la originalidad, lo sabe bien) y la condición de superestrella son el alimento necesario para destacar, la adoración al Olimpo del TV guide, del celebrity Channel, ya lo dijimos, aquello es y será mero referente, vemos desfilar a Paula Abdul entre los “postmodernos” muebles y bandejas de bocadillos construidos con cuerpos de sirvientes mexicanos. SBC nos introduce así, nos instala en el set de un reality show permanente, los extremos son como una pesadilla (como si aquí tuviésemos a Laura Bozzo disfrazada de Freddy Kruger), no puede haber tiempo para dormir, el show debe continuar.
El colmo, el hartazgo, la intención (como recurso de una comedia en decadencia, evidente y torpe a final de cuentas) que es mas la alusión de llegar al límite al que estamos acostumbrados en la pelea cotidiana por el rating y nuestra expectación pasiva frente a todo lo que sucede, como material que requiere SBC para su performance, si Chaplin y los hermanos Marx necesitaron inevitablemente la cachetada y el absurdo mas inmediato, el slaptick para la alusión socialista y la cruda anarquía, Brüno necesita lo mismo pero deformado para colocarnos a tono con los tiempos que vivimos, para conducirnos a aquello que sabemos y de lo que nos harta, pero soportamos expandiendo aun mas los límites.
Es allí precisamente, en el límite y en su noción de borde donde se encuentra el efecto político de la performance, de lo permisible o no en todas sus manifestaciones, en la lectura que es posible deducir, ¿qué es sino la escena de Brüno y el sexo oral con la aparición “espectral” desde la zona VIP del cielo del farsante músico del grupo Milly Vanilly.?. Brüno, lo repito, ha conseguido instalarnos en el sillón y se masturba mirándonos.
Pero, viéndolo detenidamente, la intención de Brüno puede ser inocente, quiere ser una superestrella y le asiste todo el derecho que le brindan las leyes, se trata sólo de seguir las coordenadas éticas de un mundo en los que el ascenso y el exceso van de la mano, la figura ideal de la delimitación legal – actual de los cuerpos y sus elaboraciones – transformaciones, la cultura deligth, los diets, los implantes e injertos, la vida saludable y sus estilos en el fin de los compromisos en la era del bien-estar; estamos en el confort del sillón, recordémoslo, y el ambiente del reality es eso, de normalidad, de norma como marco de lo establecido en el guión, las intenciones de SBC no son precisamente santas, sabe que la incursión en el reality tendrá sus riesgos, y el escatológico es quizás el paso mas importante, por ello es inocente su propuesta de bambolear sus testículos con fondo de base acid house ante la plana de ejecutivos de un canal, su labor es la de un performer más que la de un actor.
SBC construye personajes definidos pero sólo para confrontarlos en performances, sabe bien que allí potencia lo que quieren decir, SBC conoce bien el soporte que maneja, la cámara nunca debe estar instalada definitivamente, debe estar presta a la carrera del camarógrafo, la crónica periodística de guerra es otro de sus referentes, el aspecto real del decorado y los protagonistas debe ser exacerbado, como en la pornografía por medios audiovisuales (otro gran territorio de la performance) o como en Sade por la inducción literaria a la imaginación de estos recursos (radicaba allí la enorme valía del divino marqués) es por estos méritos que SBC arriesga su pellejo como Brüno, incluso, y por ello mismo también, en ese límite incierto para el espectador. La cámara tiene el poder de penetrar con el penetrador, he allí la raíz fundamental de lo político en un mundo de dominatrix y dominados, de amos y esclavos. Nos interesa Brüno por ello como incursión performática mas que como evidencia cinematográfica, como posible instrumento político mas que como elaboración argumental de la trama, porque no existen tramas ni libretos en el caleidoscopio de trucos sacados de la caja boba, activados con la presencia de un animador que lleva de la nariz a su audiencia, elementos como violencia doméstica y racismo son solo ingredientes y Brüno lo demuestra con sinceridad en el reality de audiencia mayoritariamente negra donde confiesa que canjeo en Africa a un hijo adoptivo por su Ipod.
La noción performática de Brüno es también visible en sus incursiones en espacios públicos, (zonas que Marc Auge definía como inmensas arquitecturas del anonimato), donde el tránsito de lo imprevisible puede asomar nuevas miradas de acuerdo a la exposición de los símbolos (la fuga por la persecución de judíos ortodoxos en una calle de Israel por utilizar un sombrero tradicional es otro ejemplo).
Queremos terminar este análisis poniendo sobre la mesa una cuestión que refleja las circunstancias en que se desenvuelve en el presente la creación que se alimenta del complejo mecanismo de la realidad. Para SBC convertido en Brüno el recorrido en los espacios de esta realidad se convierte en farsa como excreción, como resultado, como producto y según parece no esta dispuesto a sacar el dedo de la llaga. Resulta interesante seguir su desarrollo fílmico. El poder es el gran tema, y como decía Erns Jünger, resulta mas interesante cuanto mas alto sea el nivel en el que el este se manifieste. Parafraseando a Vladimiro montesinos podría decir: Ustedes que vienen a mirar, ahora mismo están siendo mirados.
Son fallas del sistema, no toque su televisor.
MIGUEL BLÁSICA - Lima, noviembre de 2009.
Una primera mirada nos hace descubrir que en la utilización del formato televisivo, de la imagen neuróticamente rápida, agresiva para el inconsciente colectivo, del noticiero en directo, esta el basamento que puesta en práctica que evidencia la incoherencia de la cotidianeidad informativa de un mundo que se siente privilegiado ante el desarrollo trepidante de la tecnología comunicativa, vivimos prestos al funcionamiento de las máquinas, desde las cámaras ocultas a nuestra mirada (sonría que lo estamos filmando) a los pitillos de censura y la distorsión en los rostros para su no reconocimiento, que limitando la fonética y lo visual evidencian y potencian la intención de lo prohibido. De la parafernalia y la complejidad del chisme más vulgar a las portadas escabrosas en revistas, estructuras que, en resumidas cuentas sostienen a la industria boyante y corporativa en la mayoría de los casos, de los medios.
El largo trecho que nos separa de los folletines rosa que hacían lagrimear a nuestras tatarabuelas ha recompuesto siempre un tema que, naturalmente, ha sido siempre el mismo desde la difusión que posibilitó la imprenta, la manipulación emotiva de las conciencias para constituir y afirmar un ethos colectivo mítico que deje en el misterio las fuerzas ocultas que dirigen los sentimientos, desde los griegos y la catarsis necesaria para domeñar al populacho y constituir la civitas a las telenovelas latinoamericanas que resultan el soporte ante la compulsión al consumo y la denominada crisis de los valores.
Pero vayamos al tema que nos propone Cohen en su película, si en su primer trabajo: Alí G. Indahouse (2002) nos muestra el artificio de la cultura hipo hop en las manos de un rapero musulmán, SBC asomaba ya esa vena peligrosamente transgresora. (el ataque a las torres de New York habían ocurrido una año antes) en Borat! (2006), el tema es la mirada de USA por un migrante provinciano, proveniente de un continente lejano, un reportero de Kazajistán en el american way of life parodiando creencias y comportamientos. El tema en Brüno es la homosexualidad galopante en su tono mas frívolo y aparentemente crudo, enfilando lo kitsch y superficial hasta el asco y la nausea, y allí se dirigen esta vez, los dardos de SBC, el universo gay en el constructo de una sofistificación del plástico mas banal y vulgar, pero no se crea que aquí acaba todo, el merito de Brüno, es que aquello solo sirve de plataforma para disparar otros dardos, esos que realmente, ojo, valorizando la metáfora sádico – anal de aquí para adelante, no podrían dejar de doler.
Brüno, gay consciente de su glamour y de su talante y talento, joven, homosexual, patriota y austriaco, decide abrirse mundo (saliendo de su amada Viena, cuna que meció a uno de sus hijos más dilectos, Adolf Hitler) para lograr ser aun mas grande que el Führer. Brüno deberá desenvolverse un complejo universo de posibilidades que existen en la jungla de la difusión, de allí los referentes como la ostentación, la exclusividad (no necesariamente la originalidad, lo sabe bien) y la condición de superestrella son el alimento necesario para destacar, la adoración al Olimpo del TV guide, del celebrity Channel, ya lo dijimos, aquello es y será mero referente, vemos desfilar a Paula Abdul entre los “postmodernos” muebles y bandejas de bocadillos construidos con cuerpos de sirvientes mexicanos. SBC nos introduce así, nos instala en el set de un reality show permanente, los extremos son como una pesadilla (como si aquí tuviésemos a Laura Bozzo disfrazada de Freddy Kruger), no puede haber tiempo para dormir, el show debe continuar.
El colmo, el hartazgo, la intención (como recurso de una comedia en decadencia, evidente y torpe a final de cuentas) que es mas la alusión de llegar al límite al que estamos acostumbrados en la pelea cotidiana por el rating y nuestra expectación pasiva frente a todo lo que sucede, como material que requiere SBC para su performance, si Chaplin y los hermanos Marx necesitaron inevitablemente la cachetada y el absurdo mas inmediato, el slaptick para la alusión socialista y la cruda anarquía, Brüno necesita lo mismo pero deformado para colocarnos a tono con los tiempos que vivimos, para conducirnos a aquello que sabemos y de lo que nos harta, pero soportamos expandiendo aun mas los límites.
Es allí precisamente, en el límite y en su noción de borde donde se encuentra el efecto político de la performance, de lo permisible o no en todas sus manifestaciones, en la lectura que es posible deducir, ¿qué es sino la escena de Brüno y el sexo oral con la aparición “espectral” desde la zona VIP del cielo del farsante músico del grupo Milly Vanilly.?. Brüno, lo repito, ha conseguido instalarnos en el sillón y se masturba mirándonos.
Pero, viéndolo detenidamente, la intención de Brüno puede ser inocente, quiere ser una superestrella y le asiste todo el derecho que le brindan las leyes, se trata sólo de seguir las coordenadas éticas de un mundo en los que el ascenso y el exceso van de la mano, la figura ideal de la delimitación legal – actual de los cuerpos y sus elaboraciones – transformaciones, la cultura deligth, los diets, los implantes e injertos, la vida saludable y sus estilos en el fin de los compromisos en la era del bien-estar; estamos en el confort del sillón, recordémoslo, y el ambiente del reality es eso, de normalidad, de norma como marco de lo establecido en el guión, las intenciones de SBC no son precisamente santas, sabe que la incursión en el reality tendrá sus riesgos, y el escatológico es quizás el paso mas importante, por ello es inocente su propuesta de bambolear sus testículos con fondo de base acid house ante la plana de ejecutivos de un canal, su labor es la de un performer más que la de un actor.
SBC construye personajes definidos pero sólo para confrontarlos en performances, sabe bien que allí potencia lo que quieren decir, SBC conoce bien el soporte que maneja, la cámara nunca debe estar instalada definitivamente, debe estar presta a la carrera del camarógrafo, la crónica periodística de guerra es otro de sus referentes, el aspecto real del decorado y los protagonistas debe ser exacerbado, como en la pornografía por medios audiovisuales (otro gran territorio de la performance) o como en Sade por la inducción literaria a la imaginación de estos recursos (radicaba allí la enorme valía del divino marqués) es por estos méritos que SBC arriesga su pellejo como Brüno, incluso, y por ello mismo también, en ese límite incierto para el espectador. La cámara tiene el poder de penetrar con el penetrador, he allí la raíz fundamental de lo político en un mundo de dominatrix y dominados, de amos y esclavos. Nos interesa Brüno por ello como incursión performática mas que como evidencia cinematográfica, como posible instrumento político mas que como elaboración argumental de la trama, porque no existen tramas ni libretos en el caleidoscopio de trucos sacados de la caja boba, activados con la presencia de un animador que lleva de la nariz a su audiencia, elementos como violencia doméstica y racismo son solo ingredientes y Brüno lo demuestra con sinceridad en el reality de audiencia mayoritariamente negra donde confiesa que canjeo en Africa a un hijo adoptivo por su Ipod.
La noción performática de Brüno es también visible en sus incursiones en espacios públicos, (zonas que Marc Auge definía como inmensas arquitecturas del anonimato), donde el tránsito de lo imprevisible puede asomar nuevas miradas de acuerdo a la exposición de los símbolos (la fuga por la persecución de judíos ortodoxos en una calle de Israel por utilizar un sombrero tradicional es otro ejemplo).
Queremos terminar este análisis poniendo sobre la mesa una cuestión que refleja las circunstancias en que se desenvuelve en el presente la creación que se alimenta del complejo mecanismo de la realidad. Para SBC convertido en Brüno el recorrido en los espacios de esta realidad se convierte en farsa como excreción, como resultado, como producto y según parece no esta dispuesto a sacar el dedo de la llaga. Resulta interesante seguir su desarrollo fílmico. El poder es el gran tema, y como decía Erns Jünger, resulta mas interesante cuanto mas alto sea el nivel en el que el este se manifieste. Parafraseando a Vladimiro montesinos podría decir: Ustedes que vienen a mirar, ahora mismo están siendo mirados.
Son fallas del sistema, no toque su televisor.
MIGUEL BLÁSICA - Lima, noviembre de 2009.
Comentarios
Miguel: La mejor forma de difundir un blog es visitando otros blogs desde este, en particular los semejantes. Alli queda escrita tu dirección (tenemos que frecuentar también los colectivos de blogueros)¡al principio es chamba!
ahora me queda una duda, si llegas a encontrar inocua la propuesta, que es lo que te interesa del trabajo, la capacidad performativa ahi radica su potencialidad politica?, lo malo es que no he visto la pelicula, pero al parecer es la primera que articula el accionismo, en un documetal ficcion de la gran industria cinematografica.
Crees que la propuesta abre puertas?
no me queda claro que es en si lo que valoras de ella